Asheville, conocida como un refugio climático en Carolina del Norte, ha sido duramente golpeada por el huracán Helene, dejando más de 50 muertos en el condado de Buncombe y una ciudad devastada. La tormenta, que impactó inicialmente en Florida como huracán de categoría 4, se desplazó hacia el norte, destruyendo carreteras, cortando el suministro eléctrico y dejando a la población luchando por acceder a alimentos y agua. Asheville, promocionada como una ciudad a salvo de los efectos del cambio climático, ha quedado sumida en el caos, mostrando que ninguna región está a salvo de la crisis climática.
Los expertos en cambio climático han advertido que la creciente intensidad de los huracanes es un reflejo del calentamiento global. La atmósfera más cálida y las aguas del Golfo permitieron que Helene se fortaleciera, causando lluvias torrenciales y corrimientos de tierra en Asheville, situada en una zona vulnerable por su geografía montañosa. A pesar de su historia de inundaciones, la gravedad de Helene sorprendió a muchos residentes y funcionarios, revelando que la crisis climática está redefiniendo la frecuencia y magnitud de los desastres naturales en la región.
Mientras Asheville comienza el arduo proceso de reconstrucción, los expertos advierten que eventos como este podrían repetirse con mayor frecuencia.