García Cuerva: “No podemos ser indiferentes ante el sufrimiento de nuestro pueblo”

En su homilía por San Cayetano, el arzobispo de Buenos Aires pronunció un duro mensaje contra el Gobierno en medio de la polémica por los vetos a aumento de jubilados y discapacidad. También aludió a una medida reciente de Jorge Macri en CABA.

Durante la misa por San Cayetano, patrono del pan y el trabajo, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, brindó una homilía cargada de críticas y llamados a la unidad nacional. Ante cientos de fieles congregados en el santuario de Liniers, el prelado advirtió sobre la situación de los más vulnerables y apuntó tanto al Gobierno nacional como al de la Ciudad.

García Cuerva remarcó la necesidad de cuidar a los más pobres, los ancianos y las personas con discapacidad, en una clara alusión a los recientes vetos del presidente Javier Milei sobre el aumento a jubilados y la Ley de Emergencia en Discapacidad. “Somos custodios y guardianes de la vida de los demás, los más pobres, débiles. Somos custodios de los ancianos que siguen esperando una jubilación digna, de los discapacitados y de todos los enfermos”, expresó.

El arzobispo también criticó de forma contundente una medida del Gobierno de la Ciudad, impulsada por el jefe de Gobierno Jorge Macri, que prevé multas de hasta 900 mil pesos a quienes revisen tachos de basura. La polémica se intensificó tras una frase de la vocera porteña Laura Alonso, quien dijo que hay gente a la que “le gusta hurgar en la basura”.

En ese contexto, García Cuerva sostuvo: “No podemos desentendernos de los que sufren, de los que revuelven los tachos de basura buscando qué comer, que no lo hacen porque les gusta, lo hacen por necesidad”.

Además, convocó a los argentinos a dejar atrás las divisiones. “Le rogamos a nuestro Santo Patrono que podamos recapacitar como ese hijo de la parábola, salir del chiquero de las descalificaciones y del odio, ponernos de pie, y animarnos a dar el paso hacia la reconciliación entre los argentinos”, dijo, tras leer el Evangelio de Lucas 15, 18: “Ahora mismo volveré a la casa de mi padre”.

Mientras se celebraba la misa, organizaciones sociales, la CGT, las dos CTA y múltiples agrupaciones políticas, estudiantiles, religiosas y de derechos humanos marchaban desde San Cayetano hacia Plaza de Mayo.

Al finalizar la ceremonia, el arzobispo bendijo a los presentes y, en diálogo con la prensa, expresó su preocupación por la falta de consensos: “No es grieta, es herida. Las grietas se dan en las paredes, las heridas se dan en los corazones y está sangrando mucho”, señaló. No obstante, se mostró esperanzado: “Que sea una herida me da esperanza de que cicatrice, y para eso tenemos que tratarnos un poco mejor entre todos”.

Finalmente, aclaró que sus declaraciones no pretendían tener una connotación partidaria. “Hambre hay. Me parece que más allá de lo que quiera opinar, la realidad es verbal y nos habla. Hay muchos hermanos que la están pasando mal. Mucha gente revuelve la basura no porque les guste, sino porque busca algo para revender, para comer. Jubilados y familias que no llegan a fin de mes”, concluyó.

La homilía completa de Monseñor García Cueva: “Con San Cayetano, todos hermanos”

En el evangelio que escuchamos recién, el hijo menor dice: Ahora mismo volveré a la casa de mi padre (Lc 15, 18). Seguramente experimenta frustración y dolor por su pecado, siente la nostalgia de estar lejos y la vergüenza de haberse equivocado. Y vuelve, vuelve a la casa de su padre porque debía extrañar los abrazos, la mesa donde todos se reunían, los diálogos familiares y apasionados por el futbol y la política, pero sin romper nunca la fraternidad y el cariño de hermanos.

Debía recordar que siempre en la casa del padre hay lugar para uno más, y también debía hacer memoria de cómo se trabaja en la casa del padre; cómo los jornaleros ponían todo su esfuerzo en hacer las cosas bien, cómo el trabajo organizaba la vida de esa familia, que era una gran comunidad de hermanos.

La casa del padre es casa de reconciliación: el padre no pide explicaciones al hijo que vuelve, el padre abraza, perdona, se alegra con su regreso, se emociona al verlo volver y no quedarse embarrado entre los cerdos.

Por eso le pedimos hoy a San Cayetano que haga de nuestra Patria una casa de reconciliación; que podamos abrazarnos, que podamos pedirnos perdón, porque como decía San Juan Pablo II “No hay paz sin justicia, y no hay justicia sin perdón”.

Le rogamos a nuestro Santo patrono que podamos recapacitar como ese hijo de la parábola, salir del chiquero de las descalificaciones y del odio, ponernos de pie, y animarnos a dar el paso hacia la reconciliación entre los argentinos. Sólo desde allí podremos gestar una sociedad más humana.

La casa del Padre también es casa de encuentro y de trabajo: el padre de la parábola organiza una fiesta por el regreso del hijo, quiere que todos festejen y se sienten a su mesa, quiere forjar la cultura del encuentro. El Papa Francisco decía que el aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás son el camino para devolver esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la cultura del encuentro. El aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí. Eso se vive en la 2 casa del padre; y eso es lo que nos falta a nosotros como país: encontrarnos, sentirnos cerca unos de otros, sentarnos a una misma mesa para pensar juntos, para generar consensos, para dialogar, para llorar nuestros fracasos, sin estar siempre buscando culpables por lo que está mal, y hacer fiesta con los pequeños o grandes logros, sin querer figurar u obtener reconocimientos personales por los esfuerzos de todos.

Y es casa de trabajo, los jornaleros trabajan, y tienen pan en abundancia (Lc 15, 17) porque seguramente tienen un trabajo digno que es bien remunerado, nadie se muere de hambre en la casa del Padre. El trabajo es un gran ordenador social, el trabajo dignifica a las personas. Pedimos una vez más a San Cayetano por todos los trabajadores de nuestra Patria, por todos, porque como Iglesia, valoramos todas las formas de trabajo: el empleo formal, los emprendimientos familiares, la economía popular, el reciclado, las changas. Toda actividad que, con esfuerzo, lleva dignamente el pan a la mesa merece ser reconocida, acompañada y protegida.
También la casa del padre es casa de fraternidad, él no quiere que nadie quede afuera, quiere a sus hijos reunidos, no quiere que se distancien, quiere que se reconozcan hermanos, responsables unos de otros. Por eso duele tanto la frase del hijo mayor “ese hijo tuyo” (Lc 15, 30); (no lo reconoce como hermano); o la de Caín en la primera lectura de hoy ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?(Gen. 4, 9). Y la respuesta es sí, somos custodios y guardianes de la vida de los demás, de los más pobres, de los más débiles, de los ancianos que siguen esperando una jubilación digna, somos custodios de los discapacitados y los enfermos; no podemos desentendernos de los que sufren, de los que revuelven los tachos de basura buscando algo para comer, como el hijo menor de la parábola, que deseaba comer las bellotas que comían los cerdos. Y no lo hacen porque les gusta…

San Cayetano, ayudanos a hacer de la Argentina una casa de reconciliación, en la que dejemos de descalificarnos, de odiarnos, de tratarnos mal, y de usar palabras que lastiman mucho. Como nos dice el Papa León XIV, la paz comienza por cada uno de nosotros, por el modo en el que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás; y, en este sentido, el modo en que comunicamos tiene una importancia fundamental; debemos decir “no” a la guerra de las palabras y de las imágenes.